Una visita al parque natural del Xurés
Los peregrinos a Santiago llegaban y llegan de todas partes. Y un grupo pequeño sigue, hoy como ayer, cruzando el ahora parque natural de la Baixa Limia y Serra do Xurés. Territorio ourensano limítrofe con Portugal, por lo tanto, caracterizado por unas montañas altas, salvajes, escasamente habitadas y con enclaves como el Corgo da Fecha. O sea, el salto de agua más alto de Galicia.
Fue la Xunta de Galicia quien en 1992 logró que naciese el parque, que encierra un gran tesoro histórico: la Vía Nova, una vía romana que cruzaba el hoy abandonado paso fronterizo de Portela de Home. En efecto, ahí está esa auténtica carretera de hace casi dos milenios por la que es posible caminar en el siglo XXI, que en lugares concretos tiene hasta seis metros de ancho.
Restos de aquel pasado quedan también en forma de una casa de baños, Aquis Calidade, visitable. Y es que la zona es conocida de la Prehistoria por sus aguas termales. Hoy en día allí, a la orilla del río Caldo, abre sus puertas un moderno balneario. Y un dato: desde ese balneario y hasta Portela de Home, caminando por la Vía Nova (también llamada Vía XVIII) hay 7,5 kms en constante y suave cuesta arriba. En el km 1,2 y en el 2,2 se pasará al lado de dos cascadas de agua, la segunda la mencionada Corgo da Fecha, la cual forma una preciosa poza de aguas siempre cristalinas y frescas.
Dos lugares que no hay que perderse en la visita al parque natural Serra do Xurés. Uno es el área recreativa de Fonte do Rouco, donde hace decenios se colocaron los miliarios romanos -o sea, los medidores de la distancia- encontrados en la zona; se halla en el cruce de la carretera asfaltada con la Vía Nova. Es un punto mágico, y la idea de concentrar los miliarios ahí y no dejarlos in situ sin duda permite admirarlos hoy: de otra forma quizás hubiesen desaparecido o, al menos, no recibirían los cuidados que se merecen.
El otro es la ermita de Nosa Señora do Xurés, bien señalizada en la aldea de Vilameá -a su vez en la carretera principal- y que se convierte en un magnífico mirador sobre el valle por el cual corre el río Caldo. Y ahí hay elección: o se sigue la pista asfaltada o bien se prefiere caminar por un sendero tan empinado y corto como bello.
Si hay tiempo, muy cerca de la localidad de Lobios -donde abren sus puertas las ahora muy visitadas oficinas del parque natural, en las cuales facilitan abundante información de la zona- se alzan los restos del castillo de los Araújos. Desde él, sin duda, en otros tiempos se controlaba el paso de peregrinos rumbo a Compostela.