Monte Aloia, un parque natural a tiro de cañón del Camino Portugués a su entrada en Galicia
Cerca de Tui, por donde entra el peregrino en Galicia cuando recorre el Camino Portugués, se alza el Aloia, un monte que se ha ganado un lugar en la historia porque cuando desde territorio luso entraban no peregrinos sino fuerzas armadas los vecinos de aquella localidad pontevedresa ponían tierra por medio. También lo hicieron en las guerras napoleónicas.
Hoy el monte Aloia es un parque natural a tiro de cañón del río Miño. O sea, muy cerca de la frontera político y administrativa que salva el Camino Portugués, por donde pasaron, entre otras, la reina Isabel, la que dio lugar al nombre Rúa da Raíña, tan visitada hoy por los peregrinos y tan cercana a la catedral. Desde Tui el peregrino se planta en Santiago en cinco o seis jornadas, pero, si tiene tiempo, no está de más que se detenga un día en Tui para recorrer no sólo el magnífico casco viejo de la ciudad (que pasa por ser el mejor señalizado de toda Galicia, incluso más que el de Compostela) sino también una ruta de senderismo. Si comienza en esa localidad el Camino, entonces esa ruta vale como idóneo entrenamiento.
Su nombre es «Rego de Pedra». Y el nombre le viene como anillo al dedo. Se trata de una canalización magnífica construida en su día para llevar agua desde la parte agua a los campos de cultivo de la zona de Frinxo, lógicamente mucho más abajo. Ahora existe una ruta que permite conocer de cerca esa canalización, incluso balizada. El itinerario es fantástico y muy recomendable.
Se parte del aparcamiento de coches que hay 200 metros más allá del centro de recepción de visitantes. La pista es ancha, descendente y con zonas de sombra, lo cual permite calentar músculos para, a partir de los 350 metros, comenzar una buena subida que lleva al alto de Perdurán (km. 0,5). Magnífica vista sobre Tui y el Miño, aunque también se oye el rugido de los coches por la autovía, allá abajo. Al comenzar a bajar un típica corredoira gallega cruza el camino. ¿Para dónde ir? Procede descender con seria pendiente para llegar al «rego de pedra» (km. 0,7), espectacular, e ir siguiéndolo hasta el mojón 11. Ahí, hacia abajo hasta llegar a unas pozas, que es donde rendía sus aguas la canalización, aunque luego hay que desandar lo andado. Dura subida, con pista (km. 2,4) paralela por la izquierdq que no se toma.
Y así se llega a una caseta de madera que marca el comienzo de la denominada senda botánica, un excepcional y didáctico recorrido de poco más de 300 metros en el que se identifica de manera amena la vegetación sobre todo arbórea que se va a encontrar el visitante. A destacar una poza con bancos y cartel prohibiendo bañarse; se trata de una zona de cría de anfibios, entre los que destacan la salamandra, la rana patilonga y dos tipos de tritones. Muy poco más arriba, a la izquierda aparecen unos vulgares troncos cortados y convenientemente protegidos. Parece un lugar sin interés, pero se trata de un área de protección para los grandes coleópteros, de los cuales cada vez quedan menos debido a la desaparición de las fragas. Mientras se reflexiona sobre ello se cubren los últimos 100 metros. Ahí está de nuevo el aparcamiento, el punto de partida.