La isla de Cortegada, en la ruta jacobea del Mar de Arousa, esconde el mayor bosque de laureles de Europa
Cortegada es una isla muy cercana a tierra y ligada a la Ruta del Mar de Arousa y Río Ulla. Y últimamente, además, integrante del Parque Nacional das Illas Atlánticas, una de las joyas de la corona de Galicia. Es, por lo tanto, un territorio que tiene esas dos características: suelo jacobeo y maravilla de la naturaleza. Porque allí, fuera del centro de recepción y la casa para los guardas, no hay ningún edificio. Tan sólo un cruceiro en su punta norte, el segundo del único vía crucis fluvial del mundo y relacionado, precisamente, con la mencionada ruta de peregrinación.
Pero Cortegada posee otro tesoro natural más que cada día se está haciendo más popular: el mayor bosque de laurel de toda Europa, y de una altura impresionante: árboles estirados muy pegados unos a otros y con el tallo pelado y la copa profusamente llena de hojas. Llegarse hasta él sólo tiene una dificultad: desembarcar en la isla. Pero queda solventada por la empresa Corticata, que arrancando del cercano Carril salva el estrecho en diez minutos escasos. Una vez en la isla, la recomendación es seguir el sendero que arranca a la izquierda después de dejar a mano contraria una fuente con lavadero, un cruceiro y una capilla en ruinas. Ese sendero va a dar la vuelta completa a la isla (unos dos kilómetros), y su dificultad es nula. Pero incluso así, a medio camino hay un atajo.
Y es ahí, a la altura del atajo, donde se encuentra el bosque, denso, espeso, cerrado, sin sufrir contaminación ni molestias. Las únicas visitas, además de las aéreas, las protagoniza un pequeño grupo de cabras de descomunales cuernos y ánimo pacífico. Y, también, una jabalina y sus descendientes que un día, preñada, cruzó desde tierra firme aprovechando la marea baja para cumplir el designio de la naturaleza: dar a luz en el entorno más tranquilo y seguro para sus crías. Seguro que en esa elección incluso contó con la ayuda del Apóstol.